lunes, 30 de junio de 2014

Bitacora de viaje # 57

Veo que soy un eslabón en una jerarquía infinita de procesos y de seres, que van desde las moléculas a través de las bacterias y los insectos hasta los seres humanos, y, tal vez, a los ángeles y a los dioses de una jerarquía en la que cada nivel es, en efecto, la misma situación.
Por ejemplo, el hombre pobre se preocupa por el dinero, mientras que el hombre rico se preocupa por su salud: la preocupación es la misma, pero la diferencia está en la sustancia o dimensión.
Me doy cuenta de que las moscas de la fruta deben pensarse a sí mismas como personas, ya que, al igual que nosotros, se encuentran en el centro de su propio mundo con inconmensurablemente mayores cosas arriba y cosas más pequeñas abajo.
Para nosotros, todas se ven iguales y parece que no tuvieran personalidad como parecen los chinos cuando no hemos vivido entre ellos. Sin embargo, las moscas de la fruta deben ver otras tantas distinciones sutiles entre ellas mismas como las que vemos en nosotros mismos.
Esto no es más que un paso a la comprensión de que todas las formas de vida y del ser son simplemente variaciones de un mismo tema: que todos somos, de hecho, un solo ser que hace lo mismo en tantas formas diferentes como sea posible.
Como dice el proverbio francés, cuanto más varía, más varía, más es uno. Veo, además, que sentirse amenazado por la inevitabilidad de la muerte es en realidad la misma experiencia que sentirse vivo, y que, como todos los seres están sintiendo esto en todas partes, todos son iguales a como soy yo.
Sin embargo, la sensación, el sentimiento YO, si es que se siente en absoluto, debe ser siempre una sensación en función al otro, en función de algo más allá de su control y experiencia.
Para ser, en primer lugar, debe comenzar y terminar.
Pero el salto Quantico que las experiencias místicas y psicodélicas hacen aquí está en que te permiten ver que todos estos innumerables centros del mismo YO no son tu mismo, de hecho, tu ego personal y superficialmente consciente, sino lo que los hindúes llaman el paramatman, el Ser de todos los seres. De la misma manera que la retina nos permite ver un sin número de pulsos de energía en forma de una sola luz, de la misma manera la experiencia mística nos muestra innumerables individuos como un solo Ser.